La radioterapia utiliza diversas formas de radiación para tratar de forma segura y eficaz el cáncer y otras enfermedades. Funciona provocando cambios en el ADN de las células cancerosas (daños que provocan la muerte de las células cancerosas) lo que permite que el cuerpo las elimine de forma natural. Aunque los tejidos circundantes pueden verse afectados por la radiación, las células normales tienen la capacidad inherente de repararse a sí mismas, algo que las células cancerosas no pueden hacer. Este hecho, combinado con la precisión más avanzada en la administración de la radiación, permite que los tratamientos optimicen las dosis de radiación a las células cancerosas y tumorales, minimizando la exposición a los órganos y tejidos sanos.

La radiación se administra con la ayuda de un equipo de profesionales médicos, como los radioncólogos que son los médicos que dirigen el equipo de radiación. Durante la consulta inicial del paciente, se le informa sobre lo que puede esperar en cuanto a la duración del tratamiento y los resultados. A continuación, los físicos médicos y los dosimetristas planifican el tratamiento mediante la aplicación de sofisticados algoritmos informáticos para garantizar el máximo grado de precisión y de tolerancia del tejido normal. Los tratamientos diarios entre semana normalmente duran un periodo de dos a nueve semanas y son administrados por tecnólogos en radioterapia, que trabajan en estrecha colaboración con los radioncólogos.